Eslida: SL-CV 101 – Alt de la Costera.

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     Tengo un amigo que presume de anotar en una libreta todas sus conquistas femeninas.

     Si, ya se lo que podéis estar pensando: que con amigos así es mejor cambiar de amistades. Pero bueno, en esta vida hay gente que colecciona de todo y a éste le ha dado por ser un coleccionista de mujeres.

     Yo soy un coleccionista un poco más raro: yo…

¡colecciono montañas!…

      y dentro de esa colección me he especializado en coleccionar…

¡montañas valencianas!

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     Yo también tengo una libreta y en ella voy anotando todas aquellas que voy conquistando.

     El caso es que el otro día vino ese amigo a mi casa y me dijo que ya llevaba anotadas treinta y cinco. Estaba exultante de alegría por haber llegado a esa cifra mágica para él. Quise compartir su alegría y me fui a mi cuarto a buscar mi libreta.

     -“Mira, yo ya llevo doscientas”.

     -“¿Doscientas…? ¡A ver… a ver…!  Aitana… ¡tres veces!… Mariola… ¡dos veces!… ¡madre mía, estás echo un fiera! ¡quién me lo iba a decir!… A ver, sigo… Serrella… ¡tres veces!… ¡Serrella, que nombre más raro para una mujer!”

     -“¿Mujer?… ¡no hombre, no!… eso son nombres de montañas y las veces que las he subido!

     Se me quedó mirando perplejo, con una mirada de “¡tú no estás bien!” y con una pequeña excusa se marchó por la puerta. Me quedé con ganas de contarle mi última conquista: el Alt de la Costera, así que ante su ausencia casi que os lo cuento a vosotros.

Fue en Eslida donde la encontré. Allí me dirigía desde Chovar cuando en una revuelta de la carretera, en la frondosa umbría de Castro…

¡la ví!

     Había pasado mil veces por allí y siempre mis ojos se habían ido buscando a otras. En aquel día completamente nublado, de repente un rayo de luz consiguió abrirse paso entre los telones del cielo para dejarla completamente iluminada y destacada de las demás.

     Era bajita pero bonita, con un precioso vestido verde que la cubría por completo. Había ido a buscar a otra, de nombre “Batalla” y mientras aparcaba mi coche en las calles de Eslida, ya no me la podía quitar de la cabeza. Ya me dirigía hacia el Barranco de L’Oret cuando algo en la cabeza me retuvo:

“¡A ésta, hoy, la saco yo a bailar!”

     Y me volví a las calles del pueblo donde podía buscar su dirección. Pregunté por ella en la plaza del Molí.

     “Mira, te ha dejado pistas en las paredes. Sigue las marcas verdes y la encontrarás”.

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     ¿Marcas verdes?…

Marcas verdes, amarillas, rojas…

y hasta azules me salieron al paso.

     Tiene tanta ilusión Eslida por mostrarte sus encantos que provoca un verdadero atasco de senderos en sus calles y alrededores: el PR-CV 138 (que te lleva a Chovar); el GR-36 (que atraviesa toda Espadán y aquí te conduce a la Vilavella ó en dirección contraria a Aín); el PR-CV 384 (que te guía por todas las encantadoras fuentes del término y que se solapa en muchas ocasiones con el PR-CV 352 que te sube al Puntal de L’Aljub); unas marcas azules (que me constan que te acompañan hasta Alfondeguilla) y el sendero que se convierte hoy en protagonista de mi historia (el SL-101 con final en el Coll Roig). Las marcas horizontales se acumulan unas sobre otras en las paredes y hasta algún vecino protestó porque por un poco más ya le podrían haber pintado toda la fachada.   IMG_4483_IMG_4493

     Pero tranquilos, al contrario que PR-CV 352 (que tiene un primer trazado urbano algo confuso), aquí está todo muy clarito: los paneles verticales actúan de guardias civiles senderistas para ir desatascando el enorme tráfico de senderos e ir desviando a cada uno a su destino… ¡qué eficiencia!¡hasta te ofrecen caminos alternativos para llegar al mismo destino! Así que, con esa sobredosis de propuestas, volví a cambiar de rumbo y decidí conocer mejor a esa condenada Costera recorriendo hasta el último rincón de su piel.

     Aprovechando que el GR-36 atraviesa el Coll Roig camino de la Vilavella decidí ir a conocer a mi nueva amada a través del antiguo camino empedrado a Alfondeguilla.

     El primer tramo de este memorable sendero se ha perdido por las servidumbres de la modernidad: las cilindradas han sustituido a las caballerías y el asfalto a las piedras.

     A la altura de la Fuente de Castro empezamos a soltar lastre y a reducir marcas de pintura: el PR-CV 384 se nos va por la derecha en busca de sus frescas fuentes y el cauce del barranco de Castro se estrecha. Retomamos el viejo camino morisco y con los primeros repechos no solo suben nuestros pies sino que la ruta empieza también a subir enteros. Nunca me cansaré de recorrer esos mágicos parajes que solo Espadán sabe crearte, como si fuera el mejor decorador de la Naturaleza: aquí una fuentecita, allá un poco de musgo, a la derecha un bosquecillo de pinos, un poco más allá uno de alcornoques, arriba pondré unas rocas de rodeno, un poquito de niebla le sentará bien… y el suelo lo cubriremos de piedra:

¡listo, ya lo tenemos!

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     En esos momentos de silencio… de esos instantes de comunión total con la belleza más desgarradora, en la que sientes que estás siendo seducido y consientes en que eso sea así… algo vino a enturbiarme esa balada… algo habitual con demasiada frecuencia… la presencia de un pelotón de ciclistas, inmersos en la locura del equilibrio y dejándose caer velozmente e invadiendo el espacio que solo debería ser del caminante. Tuve un recuerdo emotivo para el inventor de la “mountain bike” y proseguí mi camino.

     Perfectamente acompañado por las marcas de colores atravesé el estrecho pasillo rojo que te conduce al Coll Roig donde se despiden dos de nuestros buenos amigos: el Pr-CV 138 rumbo a Chovar y las marcas azules, hacia Alfondeguilla. Por un momento envidio su suerte, por los excelentes parajes que han de atravesar, pero yo giro a la izquierda hacia arriba ya solo acompañado de las marcas rojas y las verdes, que serán las que finalmente me ayudarán a conocer a mi Costera.

     Iniciamos aquí un penoso repecho, quizás lo más duro del recorrido por el tremendo desnivel en pocos centenares de metros, pero, bueno, ¡el que algo quiere algo le cuesta!… hasta que el Gr-36, agotado por el esfuerzo, renuncia y decide irse por la derecha llaneando por las crestas de la Lloma de Justí. En otro momento me hubiera marchado gustosamente con él pero…
Por fin me quedo solo con mi Costera que me agarra con su mano y, por la izquierda, me conduce a su nido de amor. Antes se detiene a mostrarme los balcones de su casa con las enorme vistas del valle de Eslida y del valle de Artana y sin rubor se desnuda para mostrarme… ¡horror!… ¡todas sus heridas! Decenas de cicatrices que hace décadas la locura del hombre maltratador dejó: trincheras, parapetos, bunkers, nidos de ametralladoras… Dicen que hace unos años un terrible incendio, que padecieron estos bosques, hizo detonar decenas de explosivos que aún permanecían enterrados por el tiempo desde la pasada guerra civil. Fueron tiempos de mucho dolor pero ahora… ¡a mí me dolía mi Costera!

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     Peiné con mis botas todos sus cabellos y curé hasta la última de sus heridas. Desayunamos juntos y me costó desprenderme de sus abrazos antes de marcharme. Prometí volver y al rato ya la echaba de menos mientras me sumergía en un bosque de fábula que me arrastraba hasta la Font dels Llops. Divisé entre la maleza un rincón encantador y me dije “¿por qué no echar un cigarrito? ¡muchos amantes lo hacen tras su rato de pasión!” Oí unas voces y al rato pasó un grupo de caminantes que no me intuyeron. Un par de minutos después lo hizo una preciosa senderista rezagada.

     No se si es que de repente, observándola, recuperé mi instinto masculino ó animal… ¡que más da!… Yo, que donde otros ven pechos yo solo veo picos… que donde solo ven caderas… ¡yo solo laderas!… en este bosque de cuentos de hadas… ¡me sentí como el lobo en el cuento de Caperucita!

Me acordé de donde acabó el lobo y dejé pasar unos minutos antes de seguir caminando. IMG_4582_IMG_4585

     Creo que si os siguiera contando mi camino de vuelta me repetiría. Busco en el vocabulario de mi cabeza los mejores adjetivos que guardo en mi cerebro y creo que ya los he utilizado a lo largo de esta historia.

     No dejéis de conocer a mi Costera. Sabe recibir a todo el mundo como nadie lo haría y si algún día llegáis a conocerla… ¡decidle que la quiero!

     Y bueno, no se cuantas hojas llenará mi amigo de su libreta pero yo…

¡yo ya bajo a comprarme un par de ellas!

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     Si os apetece leer algo más sobre Eslida podéis leer una crónica sobre el PR-CV 352 (circular Alt del Aljub) en el siguiente enlace:

     https://acelobert2010.wordpress.com/2010/01/07/pr-cv-352-eslida-%e2%80%93-alt-del-aljub-%e2%80%93-barranc-de-l%e2%80%99oret/

     Y si queréis echarle un vistazo al PR-CV 384 y el pico Batalla, aquí tenéis otro:

     https://acelobert2010.wordpress.com/2010/06/05/eslida-pr-cv-384-senda-de-las-fuentes-pico-batalla/

    Os dejo un pase de diapositivas de la ruta. Podéis pinchar abajo:

Eslida – Coll Roig – Alt de la Costera
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15 comentarios en “Eslida: SL-CV 101 – Alt de la Costera.

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