En el verano de 2005 un pavoroso incendio asoló la practica totalidad del, ya anteriormente castigado, macizo del Montduver.
Las cartas de amor de un amante despechado fueron las culpables. Un individuo, ciego de ira por su amor ultrajado decidió quemar esas cartas en un contenedor de la urbanización de Les Foies. El aire de poniente hizo el resto y casi nos quedamos sin una de nuestras mejores montañas.
Subí a la font del Cirer, el lugar de donde no había conseguido pasar en las anteriores ocasiones. Sin demora, me encaminé a la Cova de les Malladetes. Una preciosa subida donde la Valldigna da paso a la montaña del Toro y de repente a las seductoras formas de la Serra del Buixcarró.
Subí con tanta premura que llegué en la mitad del tiempo previsto. La cueva, sin la gran importancia de su vecina en el Montduver, la del Parpalló, es otro de nuestros santuarios de la antiguedad, un importante yacimiento cuyos tesoros llenan las vitrinas del Museo de Prehistoria de Valencia. Profané la valla que la protege y con mucho respeto compartí un cigarro con mis antepasados. Observando el horizonte no me estrañó que eligieran tan soberbio lugar para vivir rodeados de tanta belleza.
Cuando llegué a lo alto del Coll de les Aligues se me presentó imponente el Penyalba. Solté un silbido como si hubiera visto a la Betty Boop. Dice un amigo que lo que me pasa a mí con las montañas le recuerda lo que a un conocido suyo con las mujeres: que me gustan todas. La ventaja que tengo yo respecto a su conocido es que, a mí, aunque se me resistan, las acabo conquistando todas (las montañas, claro).
Cuando crees que el camino va a abordar la subida directa a sus rosas paredes, gira a la izquierda y da un fenomenal rodeo por su ladera norte. Se abren las grandes panorámicas de la Valldigna encajada a los pies de la Corbera y la Serra de les Agulles, y aparece el inmenso azul del Mediterráneo. Asoma Cullera y los inacabables arrozales inundados hasta la Albufera. Me acordé de la enorme sorpresa que fue recorrer por estas mismas fechas el año anterior la Serra de les Raboses, rodeado por el inmenso lago de arroz.
Llamé a casa desde la cima: «que estoy en el Penyalba«…»¿y eso donde está?¿En Espadán?»… «Bueno, no, está junto al Montduver, es que… no quería que lloviera y…te he dicho que me iba en dirección contraria… y…». Me colgó. Antes me pareció que me decía algo asi como que yo no estaba bien ó que estaba peor. Desde luego, algo de razón tenía.
Fijé los ojos en mi próximo objetivo, el Montduver y me dirigí hacia el Alto de la Drova. Era todo un placer caminar por la amplia cresta del macizo rodeando mis pies el valle de la Drova, la Foia de Barx y la inmensa Valldigna. En la inmensa panorámica del Alto de la Drova mis ojos se detuvieron en el mejor rostro del Penyalba. Desde luego, la cara este es la más favorecida de esta gran montaña.
Dicen que el Penyalba tiene forma de peineta. A mí me recordó el sillón de mi madre con su enorme respaldo y sus brazos de piedra. No se si existirá Dios pero si existe estoy seguro que el septimo día se recostó sobre el Penyalba a descansar y contemplar su magna obra. Desde hoy, el Penyalba, forma parte del patrimonio emocional de mis mejores momentos en la montaña.
A la altura del Forat de la Drova la cresta se estrecha y surjen dos opciones: continuar por ella ó bajar por una senda que la rodea a unas decenas de metros de la ladera. Si esto lo escribiera mi amigo Ramonet deberíais automaticamente ignorar sus consejos ( ya sabéis como le ponen a él las crestas de las montañas) pero lo cierto es que la continuidad por ésta no reviste el menor riesgo, y si os lo dice un montañero con vértigo como yo, podéis estar tranquilos.
Y en hora y media desde el Penyalba (y parecía que estuviera ahí al lado) llegas a la pista que sube el Montduver. No supe encontrar el antiguo camino a la cima, quizás por las prisas ya que el horario se me echaba encima y aún era muy largo el camino. Decidí subir por la pista, que atraviesa todo una reserva botánica. No entiendo nada de plantas pero desde luego las había muy bonitas. Tampoco entiendo nada de mujeres y algunas las encuentro preciosas. Me acordé de nuestro amigo Paco, del Botánico, y lo feliz que se hubiera sentido en este lugar, rodeado de endémicas plantas.
Cuesta encontrar un metro cuadrado desde donde observar la magnitud del paisaje pero es un deleite rodearte del inmenso mar de agua del Mediterráneo y del inmenso mar de montañas que nos circundan. Todas llegan como pequeñas olas a tus pies. Le eché un vistazo al Cingle Verd, al Aldaia y el Pla de les Simes, a la Falconera y al Buixcarró, y al abrupto paisaje de la cara este del macizo en término de Xeraco, todos ellos objetivos de mis próximas salidas.
Decidí comer y eché un vistazo cómplice a mi cantimplora. No pude evitar acordarme de la primera vez que subí a esta montaña con mis amigos del Cim. Nos salió un día de extremo poniente y hervía el agua de las cantimploras. Delirando por la sed llegamos a Xeresa y me bebí cinco cervezas seguidas, yo que rara vez pruebo una gota de alcohol. Hoy hacía frío y no había probado una gota de agua.
Volví sobre mis pasos y me encaminé en dirección a Les Foies. La senda pierde altura con velocidad y atraviesa las vastas laderas desoladas por el maldito incendio. Los restos de cadáveres forestales dan paso a algunos pinos supervivientes. De todas formas, la montaña, poco a poco, va adquiriendo los tonos verdes de la lenta regeneración, que contrastado con las enormes calizas de las gigantescas rocas, van dándole un toque mágico a la soledad de la ruta. Chicos, esto no es Espadán, pero mantiene la grandeza de los vastos paisajes.
Pronto estuve de vuelta en la Font del Cirer y empezó a llover. Había realizado una grandísima ruta y me había ganado no solo el respeto de los perros sino hasta el del tiempo.
Y estas han sido mis cartas de amor, las cartas de amor de un montañero enajenado. Espero que no sea el fuego sino la pasión de las palabras las que enciendan la próxima vez dos de nuestras mejores montañas.
Pincha en la foto para ver un interesante album de la ruta:
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El Penyalba y el Monduver |
Os dejo un enlace a otra crónica sobre la parte sur de la sierra con los Parajes de Borrell y Parpalló.
26 comentarios en “El Penyalba y el Montduver (travesía desde Simat de la Valldigna)”