¡No podía apartar la vista del Peñascabia!
Me alojaba en «El Tren Pita», una sencilla pero deliciosa fonda del centro de Bejís y aprovechaba cada momento del desayuno ó la cena para sentarme en uno de los rincones del fabuloso mirador de su comedor. Allí la mirada siempre se me desviaba fijamente al precioso valle que formaba el Palancia a los pies del Peñascabia y las prometedoras Peñas de Amador.
Con una niña de pañales no era la mejor idea la que me vino de abordarlas y tuve que renunciar a tan fantásticas aventuras.
Años después tuve la oportunidad de hacerlo con un puñado de amigos y juntos realizamos una antológica ruta que me encantaría repetir uno de estos días: subimos al Peñascabia por sus preciosos bosques y calizas para continuar hasta los pies de la Peña Juliana y volver por el encantador y frondoso barranco del Resinero.
A tenor de lo que intuyeron mis compañeros en el día de hoy no creo que sea dificil volver a repetirlo.
Y lo que entonces era un inconveniente se convirtió en una oportunidad para conocer uno de los parajes más fascinantes de la Comunidad Valenciana: el estrecho de Coscojar, la alucinante garganta donde rompe aguas nuestro río más valenciano.
Aún así siempre me quedó el resquemor de no haber podido continuar por la rambla que se abría al final del estrecho encañonamiento.
¡Y es que para los que estamos enfermos de ésto, la curiosidad montañera siempre te abre cientos de posibilidades de conocer los más recónditos lugares! No siempre merece la pena pero, en muchas ocasiones, la montaña siempre sabe recompensarte por tu esfuerzo.
Y al igual que un día pude cumplir el deseo de conocer el Peñascabia y sus alrededores, el pasado sábado, gracias a la compañía de mis habituales colegas de aventuras pude arrancar la espina del cañón del Palancia ( y de espinas hablaremos más tarde).
Tras el trastorno de llegar tarde a Bejis buscando la salida en la nueva autovía (parece ser que ahora hay que hacerlo por Viver) pronto llegamos al manantial de los Cloticos, paraje con muy buenos recuerdos en mi infancia y que no estaría de más tomar nota para refrescarnos este verano en sus aguas recorriendo el Palancia.
De alli parte una buena pista forestal y nunca mejor dicho por lo de foresta porque, rodeando el curso del río, atraviesas todo un jardín botánico como es el inicio del Barranco Resinero y los bosques a los pies del Peñascabia.
Una vez más la montaña utiliza sus mayores dotes de seducción sugiriendo todos sus mejores atributos… poniedo rapidamente a cien toda tu erótica montañera.
Hay momentos incluso para el romanticismo como ese último tramo de remonta del río hasta el lugar donde brotan sus primeras aguas…
¡qué magnifico lugar para una historia de amor montañera!…
lujurioso, lleno de flores y yo creo que hasta de bombones…
montaña y montañeros secretan todas sus feromonas…
se prometen palabras de amor eterno…
primero dulces…
delicadas…
luego más atrevidas…
las luces se apagan y llegan los primeros roces hasta que…
penetramos en la húmeda vagina de la sierra del Toro:
¡el estrecho de Coscojar!…
¡qué maravilla!
¡uno de los mejores orgasmos montañeros de la Comunidad Valenciana!
Sé que no soy un buen fotógrafo, ni siquiera tengo una buena cámara, pero ruego a todos los que nunca hayan oido hablar de este paraje, se dirijan ahora mismo al album de fotos en esta misma página. No encontrarán buenas fotos pero si le resultan sugerentes concierten ya en su agenda un día para conocer tan soberbio lugar. Además, uno es todo un caballero y no va a mostrar públicamente sus mejores momentos íntimos.
Sólo sé que allí pecaría hasta el cura de mi pueblo.

Y ahora, metidos en las entrañas de la sierra, se nos abría la Rambla Seca. Vendrían más estrechamientos pero no cargados de tanta belleza.
Llegaron los momentos de sexo puro y duro con la montaña. Dos horas sin descanso andando entre miles de piedras hasta caer agotados en las sábanas blancas del lecho seco del río. El paisaje pierde interés y cae en la monotonía. Quieres dejarlo y darte una buena ducha. La montaña insiste y quiere probar con el dolor. Es sádica con sus espinas pero a nosotros no nos va el masoquismo.
¡Chicos, tened cuidado cuando andéis por aquí!
Al igual que en el Resinero, existen unas plantas asesinas que no pinchan sino cortan como cuchillas de afeitar. Seguro que Tim Burton estuvo haciendo senderismo por aquí para inspirarse en su «Sweeney Todd». No tengo conocimientos de botánica para describirlas pero guardad vuestros cuellos y manos de tan malvada vegetación. Las reconoceréis enseguida por sus flores rojas.
¡No las cojáis para regalarlas a vuestra novia!
¡matan!
¡y ya sabéis como está la cosa!
La carretera de la Salada da punto final a la rambla y retomandola durante un kilómetro hacia el Toro encontraréis a vuestra derecha una pista por donde circula un sendero homologado del que no recuerdo su número.
Va tomando altura en dirección a Bejis y paralelo a la rambla. Es quizás la parte menos interesante de la ruta pero con una buena conversación y las vistas de
Peñagolosa, Pina y
Espadán se hace camino al andar.
Nosotros nos dejamos llevar por las notas de un libro de Esteban Cuellar pero en mi opinión se equivoca al hacernos bajar a la rambla muy cerca del estrecho de Coscojar. Si os sirve mi consejo y a fin de no repetir una parte del camino, justo cuando él aconseja dejar el sendero yo os invitaría a hacer lo que decidimos nosotros: en ese punto el «pr» parece que va a seguir recto pero ojito porque está algo confuso y podéis perder las señales. En realidad gira a la izquierda en dirección norte y el sendero vuelve a ganar enteros porque abandona las pistas para bajar a la otra vertiente de la montaña por una estupenda senda sin pérdida posible hasta Bejis.
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Y en un cambio de rasante del camino te espera una gloriosa vista de sus montañas: enmarcada por las Peñas de Amador acariciando el caserío del Molinar…
¡el Peñascabia y la enorme peña Juliana.
No soy muy amante de Javalambre ni de su hermana pequeña la sierra de Toro, pero llegado a este punto se te escapa el clásico silbido a las chicas guapas y lanzas a las peñas tus mejores piropos.
Pedí permiso para sentarme y admirar la grandeza del lugar fumandome un cigarro.
Alguien me dijo que eso un día me matará.
Lo tengo decidido. Si eso sucede…
quiero que depositéis mis cenizas en el estrecho de Coscojar.
Que delicia recorrer mi ultimo viaje, dejarme llevar por las cristalinas aguas del río mientras me despido de mis lugares preferidos:
¡Adios Juliana!…..
¡Adios Resinero!……
¡Adios Peñascabia!……
¡Adios Bejis!……
¡Adios Pina!……
¡Os estaré «eternamente» agradecido!
Si lo deseáis podéis visualizar un pase de diapositivas de la ruta pinchando en la foto de abajo:
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7 comentarios en “Bejís – El Nacimiento y el cañón del río Palancia.”