Barranco de Bercolón – Les Conquetes – Zagra – La Caballera

     Mientras conducíamos por la pista que nos llevaría al area recreativa de Azagra en Titaguas, sonaban en el radio-cd del coche los inquietantes tambores que abren el primer tema de la estupenda banda sonora que Trevor Jones compusiera para la película «El último mohicano».
     Quiso la casualidad que coincidiera la entrada de la orquesta con el tema principal de la película con un cambio de rasante en la pista y allí a nuestros pies teníamos los bosques de Nueva Inglaterra bañados por el Hudson.
     Así se nos antojaba este extraordinario paraje con bosques de los que cada día cuesta ver más en Valencia, atravesados por el magnífico surco que deja a su paso el Turia con sus, todavía, aguas bravas.
     Tras aparcar el coche y armados con nuestros tomahawks fotográficos cruzamos el puente por la pista que conduce a Sinarcas para abandonarla por otra que nacía a nuestra derecha y que aborda la subida a la Dehesa de Bercolón.
     Pero los últimos mohicanos no somos gente de pistas aunque vayamos dejando muchas. El rastro que seguíamos nos condujo tras vadear la rambla por un medio perdido sendero que nacía a la izquierda. En unos cientos de metros ya estábamos en la poza que da fin al último rappel… el cardíaco tobogán al agua del estupendo barranco de Bercolón.
     Con habilidad felina comenzamos a remontar las laderas del barranco por empinadas sendas que parecía hubieran trazado nuestras posibles presas y nos asomamos a uno de nuestros objetivos: una cueva de ensueño con una preciosa cascada, todo rematado con una poza cristalina y posibilidades de salto para diferentes grados de locura.
     No venía Manolo, asi que no fue dificil reprimir la tentación y dejarlo para la vuelta.
     Seguíamos subiendo y el calor empezaba a hacer acto de presencia. Desde los improvisados miradores descubrimos una poza y le recordé a mi amigo Dani Day Lewis que yo no había tomado café esa mañana: en un acto de solidaridad montañera, dicho y hecho, al minuto, bueno, a los cinco ó seis ( ¡no veas la temperatura del agua!) ya estaba uno más despierto que mi hija a las cuatro de la mañana.
     Tras cruzar la pista que atraviesa el barranco continuamos remontando el barranco por unas bonitas gradas naturales hasta el espectacular anfiteatro que daba fin a la subida con los estupendos rappels de descenso para barranquistas.
     Mi amigo Ojo de Halcón me hablaba del extraordinario balcón natural sobre esos rappeles. Los reflejos del agua en las paredes prometían un idílico observatorio de este majestuoso paraje.
    Pero aquello se mostraba inexcrutable. De repente, rastreando sendas que parecía trazadas por los ciervos ( los hay por aquí, no me lo estoy inventando) descubrimos una cornisa en la parte izquierda que parecía ir ganando altura, y que nos permitiría posiblemente superar el obstáculo. Ojo de Halcón iba abriendo camino por la espectacular senda improvisada sobre los estratos de la montaña, pero a unos cientos de metros la estrecha cornisa alcanzaba una altura vertiginosa. Ojo de Halcón consiguió superarla pero su amigo Chingachgook, que debiera ser rebautizado como «Ciervo Patoso» sufrió un ataque de vértigo y tuvo que renunciar a encontrar el lugar que los dioses nos prometían.
     El calor hacía mella (fuimos a elegir para esta aventura el día con más poniente de todo el verano) asi que decidimos retirarnos a nuestras «cataratas de Glen», el estupendo refugio de baño que habíamos encontrado al comienzo de nuestra aventura.
    Aquello era como si hubieramos sido premiados por Manitú (¿ó ese era el de los apaches?). Ojo de Halcón decía que era un buen sitio para traer a su squaw. No era yo de la misma opinión: las heladas aguas me hubieran apagado rápidamente la líbido. Si, en cambio, hubiera agradecido una poza como ésta al lado de mi casa: en un par de días hubiera eliminado mi adicción al café.
     Pero nuestra misión de exploradores no había terminado ahí. Debíamos encontrar al paso de Les Conquetes, un extraordinario desfiladero del río entre la Juncanilla y la Caballera del que hacía años habíamos oido hablar al gran hechicero de la tribu: Rafael Cebrián.
     Remontamos el río bajo un calor sofocante sin que los extensos bosques pudieran aliviar nuestra agonía. Ni siquiera temíamos el ataque de los peligrosos indios hurones. Nuestro mayor enemigo era el Sol y en los primeros repechos nos envío una lluvia de flechas en forma de rayos que rápidamente menguaron nuestras fuerzas. Una sucesión de pequeñas subidas que en invierno hubieramos subido a la pata coja se nos antojaban como el «carreró» del Puig Campana. A duras penas intuímos la entrada al paraíso de les Conquetes pero ante la dificultad de encontrar el mejor paso para atravesarlo decidimos dejarlo para dentro de un montón de lunas e intentarlo con el resto de la tribu.

Podeis ver un pase de diapositivas pinchando en el recuadro de abajo:

2007_07_23 Bercolon

Volvimos a estos extraordinarios parajes en septiembre de 2012, rematando nuestra ruta en las aguas del Turia junto al area recreativa de la Caballera. La combinación del PR-CV 220, el PRCV 41 y el rastro de viejas sendas olvidadas nos llevó al interior del encajonado río en los pasos de les Conquetes y el Mandurrio. Una muy agradable opción para este final del verano. Os dejo el nuevo album de fotos:

Titaguas – Río Turia – De Zagra a la Caballera
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4 comentarios en “Barranco de Bercolón – Les Conquetes – Zagra – La Caballera

  1. Gracias a vosotros y a todos los amigos de la Naturaleza estoy descubriendo paisajes que desconocia ; y eso que he estado al lado de alguno de ellos , porque parte de esas zonas las he disfrutado.
    Pd : me encanta tu forma de describir las rutas , parece un libro de aventuras. Sigue asi !!
    Un saludo a todos.

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