¡Tendríais que ver la cara de alegría de Juankar y Elena!
Caminábamos por el barranco de la Pegunta y…
¡Tendríais que ver la cara de emoción de Charo y Maria José!
Y tendríais que ver la cara de enajenado de Jose,
preso en la locura y disparando…
alucinado… la cámara fotográfica…
que previamente… me había arrebatado.
¡Y tendríais que ver la ilusión de las cien caras que subían aquella mañana!
¡Tendríais que ver!
Y recordaba una antigua conversación con una amiga recién bienvenida entonces a la montaña.
Acabábamos en ese momento una extraordinaria travesía por el macizo del Montduver y se mostraba enormemente fascinada por el torrente de emociones que había vivido en aquella jornada.
Aún recuerdo su cara de asombro cuando le dije que la envidiaba.
“¡Que me envidias…! …
¡Debería ser yo quien lo hiciera… pero tú…
que ya pareces conocerlo casi todo!”
“No, amiga…
Envidio la primera vez que atravieses el forat de Bernia…
Envidio la primera vez que subas a la Serrella…
Envidio la primera vez que camines les Jovades…
Envidio la primera vez que bajes el Portell del Infern…
… Y envidio la primera vez que subas a la cima del Penyagolosa.”
¡Y ahora… no podía dejar de envidiar a Jose…
a Juankar y Elena…
a Charo y a Maria José…
como una vez sentí envidia adolescente por un amigo…
en “su primera vez”.
¡Penyagolosa era una fiesta!
Y allí acudían todas las gentes
de la montaña.
Y subían por el Barranc de la Pegunta…
Y subían por el Barranc de la Teixera…
Y subían por el Barranc Oscur…
Y subían desde Villahermosa…
Y subían desde Xodos…
Y subían por el barranc del Forn
Algunos le bailaban al corro…
por los Collados y la Font Trobada…
Y algunos… los más atrevidos…
subían por la vertiginosa canal.
Hasta las rapaces rendían
honores con sus acrobacias…
a la incansable romería montañera.
Me hubiera gustado
hasta allí haber transportado…
una enorme marmita de “cremaet”,
y como el druida Panoramix…
haber podido repartir aquella
bebida celestial.
Yo no podría beber…
Yo me caí en una de ellas…
la primera vez que subí.
Y acudían gentes de todas las edades
hasta bebés sonrientes en sus mochilas montañeras.
Y una niña se alegraba
de que a mi tanto me importara
lo que no le iba a importar
a otros niños que les contara.
Y una niña grande
que podría ser mi abuela
pero que era una niña
y a quién nadie le creería
el día que lo contara…
Quise llamar a casa…
Aquel día iba a tardar…
Marqué el número y me quedé sin batería…
Con la mirada perdida…
me quedé mirando la pantalla…
¡Tendríais que ver la cara de felicidad que allí se reflejaba…!
¡Tendríais que ver!
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Si os apetece podéis echar un vistazo a las fotos, pinchando en la miniatura de abajo:
2010-10-23 Penyagolosa |
Genial, sin palabras! 🙂